El vino en la fiesta de San Martín (sarga al temple de cola, 148 x 270,5 cm.; h. 1565-1568), una obra hasta ahora desconocida de Pieter Bruegel 'el Viejo', figura capital de la pintura flamenca del siglo XVI, ha sido atribuida a Bruegel 'el Viejo' por el Museo del Prado tras varios meses de estudio y restauración en sus instalaciones, según informó el Ministerio de Cultura el 23 de septiembre de 2010. El Museo tiene ahora "una ventajosa opción de compra" sobre la pintura y cuenta con el informe favorable de la Comisión Permanente de su Real Patronato, así como el de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Artístico Español, para su adquisición, además del apoyo expresado hoy por la ministra, Ángeles González Sinde. Según el Ministerio, "la aparición de este cuadro constituye un descubrimiento de trascendental importancia para la historia del arte. Pieter Bruegel 'el Viejo', el nuevo Bosco, como se le consideraba en su época, es la figura más importante de la pintura flamenca del siglo XVI. Reconocido en vida, tras su temprana muerte en 1569, sus escasas obras (sólo se conservan pinturas de su mano fechadas entre 1557 y 1568, poco más de una década) fueron buscadas obsesivamente por los coleccionistas".
La identificación de El vino en la fiesta de San Martín como obra de Pieter Bruegel ‘el Viejo’ es uno de los descubrimientos de mayor relevancia que se realiza en muchos años respecto a la obra de este gran pintor flamenco, cuya figura supera incluso a Quintin Massys y Joachim Patinir, artistas que, junto con él, conforman la triada de pintores flamencos más destacada de su centuria. Se trata de un cuadro singular, tanto por su temática como por la forma en que Bruegel resolvió su composición, lo que sumado al hecho del escaso número de obras autógrafas del artista que se conservan (cuarenta hasta el momento de esta identificación), concede a su descubrimiento un carácter de extraordinaria y excepcional importancia y de interés internacional.
El vino en la fiesta de San Martín, propiedad de una colección particular española, podría incorporarse próximamente a las colecciones del Museo del Prado tras el anuncio de su descubrimiento formalizado hoy por la ministra de Cultura y el inicio de los trámites para poder optar al ejercicio del derecho de opción de compra acordado por el Museo al prestarse al estudio y restauración de la obra por mediación de Sotheby’s.
Con esta adquisición, el Museo del Prado sumaría a la única pintura del artista que se conserva en España, El triunfo de la muerte (h. 1562), obra maestra del pintor procedente de la Colección Real, la que a partir de este momento pasa a formar parte del restringido conjunto de pinturas autógrafas de Brueghel 'el Viejo' –la mayoría firmadas– que se aceptaban hasta ahora como tales (monografía Bruegel: The complete paintings, drawings and prints, Manfred Sellink, 2007).
En esta sarga se representa la fiesta del vino de San Martín. El 11 de noviembre, festividad del santo, se comía la oca de San Martín –coincidiendo con la matanza de otoño- y se degustaba el primer vino de la nueva estación, denominado vino de San Martín. Precisamente la coincidencia de la fiesta con el fin de la vendimia, en pleno otoño, asociaba con las celebraciones del santo una distribución de vino al pueblo, que tenía lugar fuera de las puertas de la ciudad. De esta manera, pese a la presencia de san Martín partiendo su capa a la derecha, no es un cuadro religioso ni una obra de devoción, aunque tampoco una escena de género. Lo que centra la representación es la celebración de la fiesta dedicada al santo tal como tenía lugar en Flandes y en los países germánicos en esa época, casi una bacanal, preludio del carnaval en los meses de invierno, y que tiene como precedente iconográfico una composición del Bosco conocida por un tapiz en las colecciones de Patrimonio Nacional. Es manifiesta en esta obra la tensión irónica entre la caridad de san Martín –vestido como un caballero a la moda desde el siglo XV- y los excesos de la fiesta que lleva su nombre.
Avanzado el otoño, con muchos árboles sin hojas, fuera de la puerta de la ciudad –arquitectura que recuerda la Puerta de Hal de Bruselas- y próximo a las casas de la campiña, se ha dispuesto en el centro un enorme tonel de vino, que Bruegel pinta de rojo, sobre un andamio de madera. En torno a él se amontonan personajes de muy distinta condición: hombres -jóvenes y viejos- y también mujeres -algunas con niños-, campesinos, mendigos, y ladrones, todos tratando de obtener la mayor cantidad posible de vino. Mientras algunos que han conseguido llenar sus recipientes tienen ya sus pies en el suelo, otros, en su intento por lograrlo, se abrazan a las vigas, se tumban sobre el tonel o se inclinan con evidente riesgo de caer para recoger un chorro del vino que sale del tonel en toda clase de recipientes, sin excluir sombreros o zapatos. El efecto que logra Bruegel, que hace gala de su enorme maestría a la hora de componer y lograr encajar a todas las figuras –en torno a cien-, es el de una montaña formada por una humanidad que se deja llevar por la gula, una especie de Torre de Babel compuesta por bebedores. De forma intencionada, Bruegel opone el círculo que conforma el grupo central en torno al tonel de vino con la disposición piramidal, mucho más estable, del grupo en el que se reproduce la caridad de san Martín, a la derecha. La composición se completa en el lado opuesto, a la izquierda de la sarga, con las figuras que se dejan llevar por los efectos del vino. El pintor plasma lo que les sucede a los que, al contrario que el santo, se han visto arrastrados por el pecado de la gula en lugar de por la virtud, como el personaje que está vomitando y el que yace en el suelo sin conocimiento sobre sus vómitos, los dos hombres peleándose o la mujer que ofrece vino a su bebé.
En las composiciones de Pieter Bruegel el Viejo, lo mismo que en El Bosco, hay una censura muy extendida en esta época hacia los campesinos, bebedores y borrachos, y hacia los mendigos, que también se aprecia en esta obra3. En un momento clave en la Reforma, cuyas ideas Bruegel compartía, se refleja aquí en cierto modo el problema que planteaba el culto a los santos y la eficacia de las buenas obras, siendo la caridad de san Martín uno de sus mejores ejemplos. Muy probablemente sea también necesario sumar a estas ideas la sátira que hizo Erasmo de Rotterdam de las fiestas de los santos, en las que la gula se convertía en el primero de los pecados capitales.
En este sentido existe cierto paralelismo iconográfico entre esta composición de Bruegel y la tabla central del Carro de heno de El Bosco del Museo del Prado de hacia 1516, aunque en esta última obra la representación tiene un carácter simbólico y alegórico. La obra de Bruegel se encuentra siempre anclada en la realidad de su tiempo.
[Fuente: Museo del Prado]
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